
El Señor “quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad” (1 Timoteo 2:4). Para que eso ocurra, es necesario aceptar a Cristo como Salvador personal y entregarle la vida a él. Entonces, su paz y la esperanza de su pronto regreso llenarán el corazón. “Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 S. Juan 3:3).
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